Las turberas son humedales con suelo compuesto por restos de plantas sin descomponer que se acumulan de tal manera que responden y controlan el flujo y el almacenamiento de aguas superficiales y subterráneas, así como controlan la escorrentía hacia los ecosistemas aguas abajo. Las capas freáticas generalmente están en la superficie o cerca de ella durante gran parte o todo el año.
Las turberas influyen fuertemente en el clima global porque son la mayor reserva terrestre de carbono del mundo.
Dependiendo del entorno, las turberas se desarrollan en formas distintas que los científicos de turberas generalmente categorizan como turberas, pantanos y pantanos con suelos de turba. Las turberas han acumulado suficiente profundidad de turba, principalmente debido a la abundancia de musgos Sphagnum, que se aíslan topográficamente y reciben agua solo a través de la precipitación, por lo que arrojan agua superficial y subterránea. Las turberas pueden tener una cubierta típicamente escasa de árboles achaparrados. Los pantanos y las turberas generalmente reciben agua e iones constituyentes disueltos de los terrenos minerales adyacentes, aunque las direcciones del flujo pueden invertirse. Al igual que con las turberas, la cantidad y calidad del agua entrante controla la función y la estructura de su comunidad vegetal y, por lo tanto, las propiedades de su suelo, incluida la capacidad de almacenar y transmitir agua subterránea. Los pantanos generalmente tienen un suministro de agua más constante que los pantanos y, por lo tanto, una capa freática más estable que favorece los juncos y los musgos marrones, y a veces los árboles. Los pantanos suelen experimentar un intercambio de agua episódico; Por lo tanto, su nivel freático varía, lo que es más favorable para la vegetación leñosa.
En las turberas, los suelos menos descompuestos de formación más reciente se producen en las capas superiores: estos suelos más nuevos pueden tener una porosidad extremadamente alta (≤95%) y suelen ser más permeables (conductividad hidráulica saturada hasta 10-1000 m/d), mientras que los suelos más profundos de 0,3 a 0,5 m generalmente tienen una conductividad hidráulica baja (≤0,5 m/d). En consecuencia, hay una retroalimentación de transmisividad que exacerba los flujos de agua superficial y subterránea cuando el nivel freático es particularmente alto.
Comprender la hidrología y la calidad del agua es clave para una gestión eficaz de la tierra donde las turberas son comunes en el paisaje.